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Mostrando entradas de mayo, 2020

NATURAL

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                                                                                                                                                                                                10/10/19. NATURAL                         Allí estaba yo, cogido de la mano de mi madre en la puerta de aquella sala inmensa. Era blanca y diáfana, solo tenía en el centro un pedestal vertical sobre el que descansaba horizontalmente una losa de mármol. Del altísimo techo colgaba un cable del que pendía una única bombilla que daba una luz amarillenta y lúgubre, justo encima de la losa. No te muevas de aquí, me decía mi madre y se dirigía hacia la oscuridad.                         Por entonces, los pueblos tenían un médico de cabecera que atendía a todos los pacientes. Según la gravedad, pasaba consulta o visitaba la casa de los enfermos. En general, eran médicos amigos, integrados, con una vasta experiencia que les permitía resolver el día a día sin mayores problemas. Si

EL PROGRESO

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                                                                                                                                                                             15/05/20. EL PROGRESO             Desde que empecé a andar hasta la adolescencia, mis padres me enviaban con mis padrinos cuando terminaba el curso. Fueron mis vacaciones más felices. La familia de mi madrina tenía una finca a orillas del río que vertebra la serranía, un naranjal rodeado de un   surtido de árboles frutales que lo delimitaban. Almendros, ciruelos, manzanos, perales, caquis o membrillos formaban la linde.             En el cortijo no había ni electricidad ni agua corriente, los quinqués de petróleo y el pozo del porche satisfacían las necesidades de luz y agua. Junto a la vivienda estaba la cuadra con una pareja de mulos y un burro, separada por un muro de la pocilga con casi un centenar de cerdos. En la planta de arriba estaba el pajar. Allí vivían los caseros y su hijo, de mi edad,

LA FRAGUA

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                                                                                                    07/05/20. LA FRAGUA             Mi abuelo era herrero en un pequeño pueblo de la serranía, junto al río. Lo vi pocas veces, pero lo recuerdo con mucho cariño. Era moreno, bajito, fuerte, con un especial sentido del humor. Me gustan las visitas por el gustito que dan… cuando se van, decía. O, esta es mi casa, este es mi hogar, aquí peer, aquí cagar. Mi madre creía que era su favorita: a mi padre cuando me ve, se le alegran las pajarillas. Por eso me puso su nombre.             La fragua cerraba el patio con pozo de la vivienda familiar. Allí herraba bestias, arreglaba herramientas o verjas o soldaba vasijas con estaño. Me fascinaba verlo herrar un caballo. Primero le quitaba las herrajes   viejos, le cortaba las uñas crecidas y las limaba. Preparado el casco, tomaba medidas y preparaba la herradura en la fragua. Soplaba con el fuelle hasta ponerla incandescente y con la ayu

LA BODEGA

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                                                                                             01/05/20. LA BODEGA             Tenía una fábrica de aguardiente en un pueblo serrano. Había sido cartero pero finalmente cambió las cartas por anisados y licores. Muy mayor se puso malo de morirse y mis padres, que ya llevaban tiempo pensando que lo mío no eran los estudios, tuvieron la feliz idea de que fuera a ayudarle, precisamente cuando acababa de aprobar cuarto y reválida.             La pequeña factoría me resultó familiar   y bonita. A la entrada tenía una amplia sala con el alambique y un jamón oreándose colgado del techo, junto a la ventana, sobre un montón de sal. A la izquierda, otra habitación húmeda y oscura con el inequívoco olor de las bodegas, con una doble fila de enormes barriles de roble con sus nombres: vino dulce, oloroso, seco, coñac, vermut, anís, etc.             Mi abuelo enfermo, sentado en su sillón, sacaba lo mejor de su educación castrense para

PATRIOTAS

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                                                                                                                                                                                           20/04/20. PATRIOTAS             Un par de años antes de la muerte del dictador, varios amigos fuimos durante las vacaciones a trabajar al paraíso de los paraísos fiscales, esa inmensa caja fuerte entre montañas. Residimos en un campamento para emigrantes a las afueras de la ciudad. Barracones de madera con alcantarillado, electricidad, agua corriente, zonas de lavabos, retretes, duchas con agua caliente, lavaderos, literas, mantas, sábanas… Convivíamos habitantes de todos los países ribereños del mar nuestro, nos reconocíamos por el color de la piel, los ojos, los pelos, los bigotes, las ropas. Los precios eran asequibles y la vida   llevadera, no íbamos allí de turismo, íbamos a trabajar, a ahorrar para poder estudiar el curso siguiente.             Actualmente, en nuestras pr