LA BODEGA
LA BODEGA
Tenía una fábrica de aguardiente en
un pueblo serrano. Había sido cartero pero finalmente cambió las cartas por
anisados y licores. Muy mayor se puso malo de morirse y mis padres, que ya
llevaban tiempo pensando que lo mío no eran los estudios, tuvieron la feliz
idea de que fuera a ayudarle, precisamente cuando acababa de aprobar cuarto y
reválida.
La pequeña factoría me resultó
familiar y bonita. A la entrada tenía
una amplia sala con el alambique y un jamón oreándose colgado del techo, junto
a la ventana, sobre un montón de sal. A la izquierda, otra habitación húmeda y
oscura con el inequívoco olor de las bodegas, con una doble fila de enormes
barriles de roble con sus nombres: vino dulce, oloroso, seco, coñac, vermut,
anís, etc.
Mi abuelo enfermo, sentado en su
sillón, sacaba lo mejor de su educación castrense para irme dictando los pasos
sucesivos. Pon leña y enciende la caldera. En la gran bota de cobre echa tal
cantidad de agua, alcohol, matalahúva, esencia de anís… El mecanismo de la
destilación era bastante sencillo. Cuando la mezcla comenzaba a hervir, el
vapor atravesaba el serpentín de la alberca y el frío del agua condensaba el
gas que, ya licuado, caía gota a gota en una arroba de cobre. Una vez llena, la
vertía en damajuanas ayudado de un embudo de zinc.
Estábamos varios días quemando. El
primer aguardiente lo cataba siempre un borrachín fiel, se bebía del tirón un vaso de aquella agua ardiente, se limpiaba
la boca con el dorso de la mano, hacía un gesto de aprobación y exclamaba,
buenízimozeñómanué. Solo quedaba ponerle los tapones de corcho a las garrafas,
sellarlas con lacre rojo y la iniciales MD.
Aquel curso en la serranía llovió,
llovió y llovió y cuando llegaron las calores, mi abuelo se fue.
Precioso Antonio , un chupito de amor
ResponderEliminarCómo siempre muy conmovedora
ResponderEliminarCon 23 años, en Melilla, haciendo la mili quise una mañana, tras el desayuno, imitar a aquellos hombres de Rute que lo tomaban al madrugar para "aclararse la boca del mal sabor del sueño". Era el famoso Machaquito seco.
ResponderEliminarMe estaré acordando de por vida de aquella ardiente experiencia...
Una bodega en el recuerdo es parte d nuestra infancia, sin duda, me encanta!!
ResponderEliminarQ bonito Antonio y q bién descrito el proceso!!
ResponderEliminarAntonio, unque te digo de cada relato que es insuperable, vuelves a superarte en todos los campos, con esa facilidad que tienes para transmitir, estoy deseando que llegue el domingo para disfrutar la lectura de esa vivencia intima.
ResponderEliminarMás no es mejor. Un abrazo.
Precioso Antonio, se me hace corto, queremos más.... 😘
ResponderEliminarBien bonito el relato.Muy bien hilado y buen uso de palabras.Me ha gustado Antonio....escribes bien!!
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