GRACIAS
16/11/2023
GRACIAS
Los manuales clásicos dicen que el
yogui es portador de canales sagrados. Menuda responsabilidad. Me acerqué al
yoga hace 20 años con una crisis existencial profunda y a día de hoy puedo
afirmar que hay un antes y un después de esa aproximación y que me siento yogui
después de un largo proceso que ha durado, dura y durará toda la vida. Decidir
responsablemente ser yogui es elegir una forma de entender la existencia, una
forma de vivir. El yoga, además de ayudar a flexibilizar el cuerpo y equilibrar
la mente, explica y da sentido a la vida, al amor, al Universo, a la Totalidad,
a Dios. Los seres humanos formamos parte de esa totalidad universal y por tanto
cada persona, siendo diferente y única, es un trocito de Dios.
Empecé mi formación con dudas,
paréntesis, ausencias y altibajos, no ha sido un camino homogéneo, hasta hace
unos años ni siquiera era capaz de hablar en primera persona, hablaba en nombre
de mi maestro o de lo que leía en los libros. Me vais a permitir ahora que
desde la humildad os cuente mis avances personales con el yoga. Os repito en
las sesiones que no me siento maestro, más bien un compañero de camino que
lejos de creer haber llegado a algún sitio, tiene la permanente sensación de
estar siempre empezando. Esto nos concede a los buscadores inconformistas un
extra de motivación, de ganas de saber, de investigar, de reaprender el mensaje
original que da sentido a todo: encarnamos para crecer, para mejorar, para
caminar en la dirección del Amor Incondicional.
En estas dos décadas de
profundización en el yoga mental he dado varios pasitos previos
imprescindibles para seguir avanzando. Conseguir la postura para meditar ya no
es un problema. Puedo sentarme y conseguirla con un simple repaso al cuerpo.
Una postura estable y vigorosa que me permita estar en una quietud física que
será el principio del silencio mental. Medito alrededor de media hora cada
mañana antes de desayunar. Otro paso importante es que no me siento a meditar
con expectativas de conseguir algo. No rezo, no pido ni espero nada. También
noto que el ruido mental ha disminuido, que cada vez me enredo menos con las
propuestas de la mente y que, cuando lo hago, tardo menos tiempo en darme
cuenta. Las crisis son más cortas porque ahora tengo más recursos, madurez y clarividencia
para examinar y afrontar las situaciones difíciles que me plantea la vida. Las
dudas y los miedos siguen ahí, pero ahora los miro desde otra perspectiva y me asusto
menos.
Medito sin expectativas y a la vez
con confianza en que los beneficios van viniendo. Aun siendo consciente de que
no he llegado a ningún sitio, de que el camino es lento y largo, mi paz
interior y mi autoconfianza han mejorado notablemente. Observarme, situarme
como observador silente, como testigo neutro de mi actividad mental o, dicho de
otra manera, conectar con mi mirada interna, con mi Ser Espiritual y poder ver
la mente en la mente, cada vez me resulta más fácil, aunque de momento solo sea
por unos instantes.
Entiendo mi tiempo de meditación
como una práctica cuyas enseñanzas o avances procuro llevar a mi vida
cotidiana. Estoy menos tiempo proyectado hacia el pasado o el futuro y más en
el presente, sobre todo porque me doy cuenta de que me instalo en la queja. Y
este darme cuenta o tomar consciencia es fundamental para volver al momento
presente y volver a conectar con mi yo profundo. Gracias a meditar regularmente
noto que cada vez estoy más tiempo despierto o consciente, es decir, mi luz ha
ganado terreno sobre mis sombras.
El yoga físico también me ha
transformado. Mi propiocepción ha mejorado mucho, hace 20 años apenas sentía el
cuerpo, solo me acordaba de él cuando me dolía. Fundamental practicar la
respiración consciente y aprender a llevarla a modo de fonendo a la parte del
cuerpo que quiero sentir. Ahora afloran los más de diez retiros de respiración
que hice hace años con mi maestro Enrique Moya. Las asanas en general ayudan a
mejorar la percepción corporal, especialmente algunas como tadasana corrigen
errores básicos posturales, armonizan y equilibran el cuerpo.
Hay partes del cuerpo, como el suelo
pélvico, que antes no sentía y ahora puedo mover a voluntad, después de años
trabajando con confianza y regularidad. A mis 70 me siento ágil y flexible,
rápido de reflejos, con una forma física, una autoestima y una ilusión por la
vida que tiene mucho que ver con mi práctica yóguica regular. Insisto mucho en
la importancia de la regularidad, dos o tres sesiones semanales de hatha yoga y
meditación diaria. En el último vídeo de Pablo D´Ors que compartimos, hacía un
símil muy gráfico: a un bebé no se le alimenta de vez en cuando, se le da de
comer a diario. Desde que medito cada día he avanzado mucho en calidad de vida,
disfruto de una madurez, una confianza y un sosiego que antes no tenía.
Muy importante para mi salud la
alimentación, los yoguis la cuidamos mucho. Todo lo que entra por ese buzón al
exterior que es la boca termina en mis células, por lo que cada vez cuido más
lo que como, cómo lo como y a qué horas. Elijo si puedo productos ecológicos,
los guiso, evito fritos, planchas, hornos, evito las carnes rojas, la sal, las
harinas, el azúcar, el alcohol y el café y procuro adaptarme al horario solar:
la cena, dos horas antes de que se vaya el sol. Si hago todo esto, funciono
como un reloj. Si me salgo de este régimen -que es más frecuente de lo que
debiera- enseguida lo noto.
Con el yoga, los imprescindibles
contactos semanales con mi querida Naturaleza, la alimentación saludable y la
fitoterapia, me siento bien, me siento sano pese a tener una grave enfermedad
crónica. La Medicina Tradicional China dice que una persona que respira un aire
limpio, se hidrata bien, se alimenta saludablemente, evacua sus heces y su
orina regularmente y su tiempo de actividad es proporcional a su tiempo de
descanso, tiene el cuerpo sano y su mente también. Y estoy totalmente de
acuerdo.
Una de mis asignaturas pendientes es
mi forma de relacionarme con lo que sucede en el mundo, la asunción de la
deriva anacrónica que está abrazando gran parte de la Humanidad. La
globalización y su neoliberalismo nos están conduciendo impunemente a un
callejón de difícil salida en el que cada día gobiernan más las grandes
multinacionales y menos los gobiernos electos, con el consecuente aumento de
las diferencias y las injusticias sociales. Y me duele. Me duelen el veloz
deterioro ecológico, las guerras, la masacre del pueblo palestino, la traición
al Sahara, el crecimiento de las diferencias entre ricos y pobres, el saqueo del
tercer mundo, sus pateras, la hambruna creciente, el avance y el blanqueo
cómplice de los medios de comunicación de las ideologías totalitarias, los
políticos que empobrecen la sanidad y la educación pública en beneficio de las
privadas, los alcaldes estrellas que dilapidan los patrimonios municipales e
impulsan la gentrificación insostenible de los cascos históricos, los salarios
vergonzantes… Tengo que aprender a no somatizar tanta desmesura, tanta barbarie,
tanta iniquidad. A seguir lo que sucede en el planeta comprometidamente, sin
dolor. A encontrar una distancia, un equilibrio que me permita actuar sin que
se me revuelvan las tripas. Para no llorar, medio en broma medio en serio me
digo, tengo que hacer más yoga.
Antonio, muchas gracias a ti por compartir tus experiencias con el Yoga, y tengo muchas ganas de ir a esas clases, es muy importante tener una actividad tan completa en esta vida tan acelerada, gracias 😘
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