SEGUNDAS OPORTUNIDADES
20/04/2023.
SEGUNDAS OPORTUNIDADES
-¿Niño, estás de pie? Siéntate. Me
van a operar de cáncer de colon y el hospital necesita sangre. Cuando fui,
el médico me preguntó extrañado quién era aquel extranjero, nunca tanta gente
se había presentado a donar para la misma persona. La larga operación fue un éxito y
Robert, que venía de una dolorosa separación sentimental y de un cierto
aislamiento tras las disensiones entre los artistas de la incipiente y ya extinta semana
cultural de Macharaviaya, aprovechó al máximo esta propina extra que le
brindaba la vida. A veces, la enfermedad es una gran maestra.
Pasó unos meses deprimido,
adaptándose a su nueva situación física y salió de esta dura etapa más fuerte que
nunca. Estaba contento de estar vivo y disfrutaba de cada día, de cada momento.
Celebrar la vida era su actividad favorita. Emergió el Robert más humano, más
vitalista, hedonista, generoso, agradecido,
artista. Pintar, exponer, reunir amigos, charlar, cocinar, comer, beber,
amar.
En casa tenía cientos de papeles
sueltos, notas, recortes de periódicos, fotos, invitaciones para las inauguraciones,
etc. Un revoltijo que había ido amontonando durante décadas. Un día volcamos
todas esas cajas sobre la gran mesa de su salón y estuvimos semanas ordenando y
dándole sentido a lo que sería, por fin,
su currículum, que saldría ya impreso en los sucesivos catálogos. También de
ese arduo trabajo salió la idea de escribir Soy Pintor, un texto que veinte
años después me sigue pareciendo un
preciso y precioso retrato, fruto de la
amistad y el cariño que nos teníamos en esos momentos.
Recuerdo esa época como la más
cálida y próxima entre los dos. Pasábamos muchas horas juntos. Las paellas
pasaron de ser esporádicas a casi todos los sábados. Recuerdo especialmente un
día histórico en el que volviendo tarde de cenar en Nerja, gritó: -Ya está,
tengo resuelto Campo de Silencio, lleva 20 años dándome vueltas en la cabeza y
no sabía cómo hacerlo. A la mañana siguiente, Robert lo pintó. Un cuadro
espléndido que supondría su entrada en otra etapa de su obra y de su vida.
La del trazo suelto, la de la
libertad, la del maestro que ya no le importa qué dirán, que pinta desde el
corazón. Se volvió amoroso en su vida, lo reflejaba en su pintura y lo
sentíamos los que estábamos alrededor. Irradiaba paz y bondad. Bosques,
almendros, olivos, dalias, capuchinas, buganvillas, iris, había sido siempre incapaz de pintar la
Naturaleza y ahora le brotaba desde dentro, captaba el alma de las plantas y lo
reflejaba en el lienzo con soltura, con un desparpajo que no había tenido
nunca. Y esa sensación de libertad lo hacía muy feliz.
Diría que desde su asumido ateísmo,
una vez superado el doble trauma físico y emocional, de alguna manera Robert
entró en lo que en las tradiciones orientales se llama estado de presencia o de
iluminación. Abstrajo la esencia de la vida, viajó desde la mente al corazón,
aprendió a aceptar con gusto lo que la vida le ponía por delante, vivía con
intensidad cada instante, escuchaba atentamente a sus amigos, apreciaba el
valor de las pequeñas cosas… Diría que su espiritualidad creció
exponencialmente.
Así es, amigo Antonio. Los golpes fuertes de la vida son motores de cambios en nuestro concepto de lo que nos rodea.
ResponderEliminarNo se puede captar mejor una idea. Totalmente de acuerdo
EliminarGracias amigo Antonio.
ResponderEliminarEfectivamente así conocía a Robert, por todo lo que me has contado de él.
Un gran abrazo y que sigas bien!!