MI NADA. SOBRE LA CEGUERA II.
05/09/2021.
SOBRE LA CEGUERA II
MI NADA
Cada antropólogo estudia los hechos
acaecidos a lo largo de la evolución y llega a sus conclusiones, las escribe,
las publica y con más o menos éxito llegan a nosotros. Las hay para todos los
gustos, oficiales, apócrifas, surrealistas, serias, divertidas, conservadoras,
creíbles o increíbles… permíteme hoy compartir -sin ánimo de ser objetivo,
políticamente correcto o de hacer proselitismo- lo que no deja de ser una creación
de mi mente, una ficción, un juego ilusorio, una recreación tan real o irreal
como las demás que conoces. Como concluye la terapia Gestalt, mi realidad es
solo la fantasía psíquica que he ido urdiendo con los años para inventar un
personaje con el que me identifico, ese que tú crees conocer, que no es más que
la manifestación externa caricaturizada de un ser infinitamente más profundo.
Como tú. Un ser del que me desvinculé no sé cuándo, en cuyo reencuentro gasto ahora gustosamente una buena parte de mis energías.
Hay una cierta coincidencia en creer
que durante gran parte de la Prehistoria funcionábamos como matriarcado, que
entre los nómadas recolectores ni siquiera existía la figura del padre. El peso
de la organización social recaía sobre las mujeres, a los hombres -titos- les
correspondía mayormente la función de procreación, habiendo un sentido
comunitario para cuidar la prole, cazar, defender al grupo o marcar el rumbo de
las nuevas recolecciones. El descubrimiento de los ciclos de la naturaleza
cambió todo. La agricultura nos convirtió en sedentarios y ahí empezaron
nuestras cábalas mentales, nuestra diarrea dual. De quién es la cosecha, de
quién el huerto, quién va a heredarlo, quién es la madre de mis hijos… Apareció
entonces la propiedad privada que hoy conocemos, que ha llegado a parcelar
prácticamente el planeta entero. El más listo de la clase, el primero en decir
esto es mío, ponía estacas desde aquí hasta allí, inventamos la figura perversa
del notario que certificara que desde aquí hasta allí era mío, los jefes,
jueces, ejércitos, estados, naciones… toda una estructuración social en base a
la propiedad privada.
En esta evolución imparable hacia el
capitalismo salvaje que ha llegado a nuestros días, en este patriarcado
inhumano en el que estamos actualmente instalados, las grandes perdedoras
evidentemente han sido las mujeres, y, con ellas, el resto de la humanidad. La
parte más sensible, más humana, lo femenino, fue castrado, imponiéndose
culturalmente un machismo violento que nos lleva inequívocamente a la autodestrucción
como especie. La deriva evolutiva del homo sapiens -únicos con capacidades cognitivas- podría
haber tenido cualquier otra dirección, pero tomó esta depredadora que perpetúa
en el poder a los más fuertes, a los más ambiciosos y con menos escrúpulos. No
me voy a extender en los muchos síntomas, en las muchas líneas rojas que
apuntan en esta dirección porque los medios de desinformación las repiten a
diario para meternos miedo en el cuerpo y ya las conoces de sobra. Lo que sí quiero
dejarte claro es mi convencimiento de que mientras no se recupere la
sensibilidad femenina perdida, esto no tendrá remedio.
Una actitud femenina que ponga fin a
la desmesura actual, a la enajenación, a la injusticia sistémica, que pasa hoy
por hoy por el fin del machismo, el ecofeminismo, la toma de conciencia y el
reaprendizaje o asunción de un modelo de vida que retome el único motivo que
tiene nuestra existencia: el amor universal e incondicional. Para ello hay que
desmontar el orden establecido, claro, un sistema que me acusa de antisistema
pero que es intrínsecamente inhumano. Hay que desbaratar la génesis de los groseros conceptos
imperantes que lo tergiversan todo, presentados interesadamente como naturales,
como el de la propiedad privada. Y también otros más sutiles, como el de la
pareja, que no deja de ser una extensión sesgada de la propiedad privada que
con el paso del tiempo se ha convertido en uno de los pilares del estado
moderno.
La pareja, y por ende la familia,
forman una de las patas seculares del sistema evolutivo que hemos engendrado en
los últimos milenios. Son conceptos que han sido inoculados o introyectados
durante tantas generaciones en el imaginario colectivo que hoy los vemos como
normales, cuando son absolutamente contranatura. Esta noción del amor a dos es mezquina,
egoísta, limitadora, impuesta interesadamente por la élite dominante para
mantener lo que hay. El amor es
infinito, todoabarcante, por qué ponerle puertas. A mi mujer, mi esposa, mi
señora, mi novia, mi compañera o mi amante le sobra el adjetivo posesivo mi. Privatizar a un ser
querido es un contrasentido. Una persona querida no puede ser mi nada, ni
siquiera mi media naranja como se nos ha hecho creer. Los seres humanos nacemos
completos, no necesitamos una mitad que nos complemente. Nacemos completos y
libres, seres amorosos venidos para mejorarnos y disfrutar nuestra existencia.
Mientras este mensaje no se asuma,
seguiremos penando perdidos, sufriendo el dolor de la carencia, instalados en
la queja, buscando una felicidad artificial que el sistema capitalista centra
egoístamente en poseer más, tener más, creando una interesadísima confusión en
la que le va la vida. En la que nos va la vida. Mantener la propiedad privada
en el planeta y en las relaciones humanas es abnegación, renuncia, conformismo, dependencia, enajenación, es una forma de muerte, como
estamos comprobando. Solo tomar consciencia de esto nos salvará como individuos
y como humanidad.
Sabias palabras. Ahora solo hace falta que lo lean y lo asimilen quienes nos gobiernan. Mucho estoy pidiendo ..
ResponderEliminarComo decíamos ayer...
ResponderEliminarGracias Antonio por volver a regalarnos tus "artículos", que como éste, calan hasta el tuétano.
Salud.
Gracias Antonio, tus textos me hacen pensar y los echaba de menos... Regalo dominical
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