SOBRE LA CEGUERA
SOBRE LA CEGUERA
Me contaba Robert Harvey que a
principios de los cincuenta visitó Torremolinos y le pareció el pueblo de
pescadores más bonito que había visto nunca. En su segundo viaje a Europa, estuvo
en Marbella y me decía que era lo más próximo al paraíso que había tenido la
suerte de disfrutar. En caso de haber parado allí, lo mismo podría haber dicho
de Nerja, Torrox, Benajarafe, Rincón de la Victoria, Fuengirola o Estepona,
preciosísimos enclaves mediterráneos cuya belleza natural ha destruido la ambición humana.
Acuciado por la grave crisis
económica de finales de los cincuenta, fue el generalísimo el que inició la
explotación turística de nuestras costas como fuente de divisas. Se empezaron a
construir bloques y urbanizaciones en primera línea de playa, a veces
literalmente sobre el mar, causando un daño medioambiental y estético
irreparable. No había una legislación con normas de protección del medioambiente,
que fijara unas pautas homogéneas o unas exigencias que hicieran respetar las
características propias de la arquitectura andaluza. Nada.
Pero la catástrofe mayor llegó
paradójicamente en democracia. La liebre recién levantada del turismo era
demasiado apetitosa y los buitres estaban ya bien posicionados, con Franco y
sin él. Primero Felipe González Márquez, con su ley del suelo liberalizó las
calificaciones del terreno. Cualquier edil sin escrúpulos podía cambiar de
rústico a edificable, de verde a urbanizable. Empezaron los pelotazos
inmobiliarios y los políticos recibían maletines solo por recalificar las
fincas. Era normal en esa época ver a alcaldes y concejales en restaurantes,
brindando con los empresarios delante de una opípara mariscada. Por qué
esconderse, todo el mundo entendía que era lo que había que hacer.
José María Aznar López completó la
jugada desregularizando los precios. El neoliberalismo aznariano dejó sin límites
la plusvalía, la especulación se disparó exponencialmente y la ambición humana
brilló como nunca. España va bien, repetía Aznar. Aparecieron miles de nuevos
ricos de la noche a la mañana, pelotazo va y pelotazo viene. Los bancos se sumaron
a la orgía dando créditos e hipotecas por encima de sus posibilidades. Mientras
se producía este paroxismo colectivo, la construcción salvaje iba destruyendo
definitivamente nuestras costas. España va bien.
El binomio González/Aznar puso en
marcha una bomba de relojería que acabaría estallándole en las manos en 2008 al
único presidente que estaba haciendo reformas progresistas y leyes sociales
imprescindibles. La paz con ETA, la retirada de las tropas de Irak, Menoría
Histórica, Matrimonio Homosexual, de Igualdad, Regularización de Emigrantes…
nada de esto le sirvió a José Luis Rodríguez Zapatero para evitar hundirse con
la burbuja inmobiliaria provocada por sus dos colegas antecesores.
Que en los miles de sesudos debates
-parlamentarios y televisivos- que hubo dedicados a investigar las causas de
esta gravísima crisis, no se hablara de la ley del suelo de González ni de la
liberalización de los precios de Aznar, habla bien a las claras de la voluntad
política de cambiar. Que los dos se hayan ido de rositas, que den conferencias carísimas dando lecciones
de moralidad y que sigan siendo los líderes con más peso específico de la
izquierda y la derecha española, nos
muestra el lastimoso rasero al que ha llegado nuestra bananera monarquía.
Nuestros políticos de ahora, de la misma escuela que los de antes, han
incorporado a sus discursos palabras como ecologismo o sostenibilidad
y conceptos como cambio climático, energías renovables, precios de mercado o
responsabilidad corporativa, que ellos engullen, eufemizan y vacían de
contenido para que todo siga igual. No se atisba en el horizonte ni un solo
síntoma que nos anime a ser optimistas, que nos haga pensar que la especulación
salvaje y la corrupción sistémica vayan a desaparecer. Sin aprender nada, se ha
vuelto a dar el banderazo de salida a la construcción y estamos más cerca de
engordar una segunda burbuja inmobiliaria que de poner las bases para intentar
mejorar la devastación realizada. Ante nuestros ojos.
La gallina de los huevos de oro: el turismo, nos ayudará a salir de esta. Pero a ver si nuestros ilustres gobernantes apuestan por una economía sostenible.
ResponderEliminarEntre la falta de ética de los batatos que están en el poder y la apatía de las nuevas generaciones... Se augura malos tiempos para la lírica
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