EN LA PLAYA

 


                                                                                                               21/03/2021.

EN LA PLAYA

 

            Se estaba despidiendo el siglo anterior, cuando mi padre entró en un irreversible proceso de lento deterioro inmisericorde, que solo acabaría cuando finalmente  pasara a otra dimensión más etérea. En este doloroso trance, mi madre me llamaba para que le echara una mano durante las crisis y los días de descanso de la señora que le ayudaba a diario. 

            Aquel verano iba a la capital en moto desde mi cercano pueblo, lo aseábamos y tras una buena cabezada después de comer, volvía a casa bordeando la costa oriental. Paraba la vespa en la playa que veía más tranquilita, sin acordarme de que un rato después acababa la fotonovela. Entonces, cual horda invasiva, una infinitud de madres e hijos irrumpían en la arena para aposentarse lo más cerca  posible de la orilla.

            Normalmente leía un libro tumbado en mi toalla. Aquel día dos mujeres con sus proles se pusieron a izquierda y derecha mía, muy cerca. Ya estaba acostumbrado a los casetes a todo volumen o los niños saltándome  por encima, pero aquella tarde prepararon a los pequeños para el baño, se acomodaron vigilantes en las sillas y comenzaron a contar sin pudor cotilleos del rey, conmigo en medio.

            En media hora ya sabía yo los nombres de las presentadoras, actrices y demás damas que se estaba cepillando su majestad, que por lo visto eran vox populi. Lo resaltable de esta sorprendente situación no es que estas madres hablaran entre sí como si no hubiera entre ellas una persona leyendo. No.

Me llamaban poderosamente la atención otras connotaciones a mi parecer graves, más allá de la evidente mala educación. Por una parte, no estaban escandalizadas, el tono era frívolo, jocoso, divertido. Por otra, lo asumida que tenían su condición de súbditas acólitas  de aquel depravado crápula, que les pareciera normal la conducta lesiva de este importante personaje público, la aceptación impune de la doble moralidad del monarca católicamente casado. Qué  fácil rentabiliza la sangre azul su machismo trasnochado. 

Además, lejos de manifestar una cierta empatía o solidaridad de género para con la reina engañada -más ninguneada siempre que yo en esos momentos- su admiración era para con el delfín del caudillo, a la sazón, cazador, cojonudo, campechano, mujeriego… lo que se dice un hombre de verdad.

            -¡¡¡Niñooooooooooooo, comoteajoguestemato!!!

 


Comentarios

  1. Cómo mola lo cotidianeo, lo impuro, lo superficial ,es un escape de la cabeza, nada más. Gracias Antonio

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

GRACIAS

LA COLECCIÓN