SOY PINTOR

 

                                                                   




                                                                       SOY PINTOR                                       4/11/01.

 

 

                        Días y días, tardes y noches, años y años charlando, sacándole punta a la vida. Una buena comida, un postre exquisito, unos gintonics y sabrosas conversaciones de sobremesa con este hombre que destila pasión por la vida. Filosofar con Robert  Harvey es un lujo. Descubrir la sencillez y la grandeza de este artista, un placer. Y hacerlo en el marco mágico de su casa, una suerte. Los que nunca han estado sentados en el salón de la Huerta con Robert, no saben lo que se pierden ni lo afortunado que me siento por estar en este espacio noble y cálido compartiendo con esta persona entrañable, fresca, interesada por todo como un principiante y que no viene de vuelta de nada como cabría presuponer por su vasta experiencia.

                        Me habla de su madre y de su abuela con admiración y ternura. Sin duda,  son las responsables de su sensibilidad femenina. Corrían tiempos difíciles y ellas hacían lo imposible para que al pequeño Boby no le faltara nada. Su abuela y él pasaban horas y horas revisando las viejas fotos en blanco, negro y sepia que tanta influencia tendrían en su obra.

                        Con seis años, en el primer curso  de la escuela pública de Lexington, su maestra Mattie preguntó a los alumnos de su clase qué querían ser de mayor. Piloto, cowboy, médico....contestaron sus compañeros. Él fue categórico hablando en presente. I am a painter, dijo con una seguridad impropia de un niño.

                        Cuenta lo feliz que estaba el día que el actor Joel Grey le fue presentado por un amigo común esperando el cambio de un semáforo en rojo en una calle de San Francisco. Robert Harvey ¿el pintor?, comentó Joel y todavía, cincuenta años después, recuerda emocionado esta anécdota de la primera vez que alguien lo reconociera por su pintura.

                        Como se emociona también recordando los nueve días que cambiaron el rumbo de su vida en la costa sur de Marruecos. Intuía que debía haber otros caminos y no estaba contento con el suyo. Los nativos bereberes bajados de las montañas, sin mediar palabra, con gestos sencillos cargados de sentido, le hicieron ver la luz. Uno de ellos fue a por él una noche. Lo cogió del brazo y lo condujo durante un buen rato hacia la playa. Robert no salía de su estupor. En silencio caminaron hasta el esqueleto de un viejo barco naufragado, abandonado en la arena. Allí, el nativo se detuvo y señaló un agujero en el casco a través del cual se veía la luna llena (¿?).

                        Aún se pregunta cómo es posible que aquel hombre supiera que aquello era importante en  esos momentos para él. Otro día representaron una complicada obra de teatro expresamente en su honor. A base de mímica, comprendió perfectamente el argumento en torno a las peripecias de una mujer, su anciano marido y su joven amante. Cuando  Robert volvió  a su querido San Francisco, era otro.

                        De forma indirecta, vine a España huyendo de la focking guerra del Vietnam, hace ya casi treinta años. Conocía Andalucía y me encantaban sus paisajes, el clima, la gente. Todo. Estuve un año alquilado en Frigiliana y cuando ví la Huerta del Angel desde Macharaviaya estaba enamorado y sabía que aquel caserón en ruinas iba a ser mi casa. Y aquí estoy. A gusto. No me falta nada, no necesito más de lo que tengo que no es mucho aparte de la casa, mis perros y mis gatos. Con ellos vivo y recibo visitas de amigos de aquí, de Holanda, Inglaterra, Estados Unidos y de muchos sitios. No me siento solo. La soledad es un estado mental del que no participo. Me siento acompañado y querido por las personas que me interesan y quiero.

                        Pinto desde que tengo uso de razón. Estoy todo el día pintando. Desde que me levanto. Cuando cocino, pinto. Cuando me ducho, pinto. Hasta soñando hay veces que pinto. Hay cuadros que vienen solos y no sé por qué. Otros en cambio tardo años en resolverlos. El de Adán y Eva tiene el record. Treinta años dando vueltas en mi cabeza, una obsesión. Un día volviendo de cenar en Nerja en el coche de un amigo, lo vi claro. Ya está, le dije a mi acompañante que no tenía ni idea. Campos de silencio ha estado veinte años dentro de mí sin poder salir al exterior hasta hace un par de meses. Es muy extraño el proceso por el que llego a concebir un cuadro. Casi no soy el protagonista, más bien un médium. Cuando me siento delante del lienzo el cuadro está completamente hecho en mi mente y la mano va sola.

                        En cuanto a los temas, no tengo favoritos. Me gustan las buenas fotografías de antes y las de ahora. Y los clásicos. Hace unos años hice una exposición de ellos en la que disfruté mucho, sin copiarlos. Ví a mi manera  lo que antes habían visto Fra Angélico, Vermeer, Velázquez, Goya o Matisse, sin imitarlos, aportando mi visión, mi estilo. Esto creo que es la diferencia entre un artista y un artesano. El artesano reproduce, recrea. El artista crea, innova, aporta elementos nuevos.

                        Y los temas son siempre los mismos, son universales, cambia la mirada y en consecuencia la forma de interpretarlos. En este sentido no hay temas tópicos. Un ejemplo muy claro es Manolo Valdés, al que considero el mejor pintor español actual. Sus meninas, magníficas, no son las de Picasso, y las de éste a su vez no son las de Velázquez, pese a que tratan a un mismo personaje histórico. Aún vendrán artistas que hagan nuevas tauromaquias  sin plagiar necesariamente a Goya o Buly.

                        He estudiado mucho a los clásicos desde la Escuela de Bellas Artes en Florida, después en Nueva York y San Francisco, y más tarde en las grandes pinacotecas europeas. Son la fuente. Los admiro y los respeto, de todos he aprendido y todos están en mi obra. Claro. Pero sin imitar, mis cuadros son míos, sólo míos. No tengo nada que ver con Warhol como ha comentado algún crítico aburrido. Ni tan siquiera me gusta especialmente su pintura, aunque simpatizo con el papel rupturista que desempeñó.

                        Sobre su sentido de la responsabilidad y la autodisciplina, que tanto llama la atención a los que lo conocemos, dice que ha venido con la edad. De joven era un desastre y hacía líos por doquier, hasta que me resultó imposible seguir así. Descubrí la importancia de la disciplina y todo fue mejor. Se convirtió en un hábito, en mi forma natural de ser, y ya no pensé más en eso. Además, soy virgo y los virgo siempre tienen cuidado con el orden. Es necesario en el estudio, en la cocina, en toda la casa. La vida es más tranquila y fácil cuando cada cosa está en su sitio.

                        Se lamenta de la guerra. Le duele. Ha llorado durante días y días por las víctimas de Nueva York. No en vano vivió allí diez años. Pero lo que más le irrita y entristece es la política de Bush. Nos reímos a carcajadas con el artículo de Manuel Alcántara que dice que la opinión mundial está dividida entre los que piensan que Bush  es el presidente más mediocre de la historia de EEUU, y los que opinan que también lo será en el futuro. Humor negro para estos momentos trágicos. Este cretino ha acabado en unos meses con el esfuerzo que Clinton había hecho durante ocho años para recuperar el prestigio de la política internacional de EEUU después del nefasto periodo de Reagan. Y lo peor es que este estúpido tiene todo el poder en sus manos. El mundo entero en manos de este canalla sanguinario. Qué horror.

                        Sabes que el cine es para mí más que mi pasatiempo favorito. Más que una distracción. Leo mucho. Disfruto mucho con un buen libro o una buena revista. Pero una buena película es otra cosa. Cada mes recibo un paquete de mi buen amigo Landis Everson desde San Luis Obispo en California con las mejores películas grabadas de la tele. El cine sí que está en mi pintura. Su historia es parte importante de mi historia, de mi carácter, de mi humor. Películas como Metrópolis, Tiempos Modernos, Magnificent Ambersous de Welles, Garbo Talks, Casablanca, Bagdad Café, Muerte entre las flores, Funny Bones, A quién ama Gilbert Grape, Smoke o Tomates verdes fritos, forman parte de mí.

                        Diferente, sencillo, generoso, irritantemente perfeccionista y puntual, moderno, jovial, informado, comprometido, sibarita, coqueto, divertido, cascarrabias, cariñoso, amante de la vida, de la amistad, del cine, las charlas, la cocina y, sobretodo, del vodka. Así es mi amigo Robert Harvey.

Comentarios

  1. Entrañable persona que no establece una línea divisoria entre la vida diaria y su arte. Un placer leerte, amigo del pintor y mío.

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