ENAJENACIÓN
14/04/20.
ENAJENACIÓN
En vísperas de las festividades
patronales, las familias se entregaban a un necesario zafarrancho de limpieza y
desinfección. Una vez al año hacían una higiene a fondo de las viviendas, que incluía encalado
de la fachada, pintura de balcones, ventanas y rejas, blanqueo de paredes,
perfilado de zócalos, lavado y secado al sol de la lana o borra de los
colchones, fundas, mantas, colchas, sábanas y un largo etcétera.
Mi madre había realizado
pacientemente estas tareas en las semanas previas. Aquella mañana se levantó
temprano y fue a la casa de mi madrina, justo enfrente, a terminarnos de coser los
vestiditos para la feria. Nos dejó dormidos, pero…
Me desperté en la cuna, junto a la
cama de mis padres en la que estaba mi hermano, algo mayor que yo. Cogimos las
escupideras, defecamos y no recuerdo por qué empezamos una batalla de heces de
cama a cuna y viceversa.
En el fragor del combate apareció mi
madre en la puerta de su dormitorio y comenzó a dar saltos, chillar y tirarse
de los pelos. Mi hermano y yo nos mirábamos intrigados, preguntándonos cuál
sería el motivo de aquel desvarío.
Llorando, desnudos, con las piernas
amoratadas, sentados en sillas de nea junto al infernillo de petróleo que
calentaba una gran olla de agua, mi madre se acercó otra vez amenazante, se
puso el dedo índice pegado a los labios y nos dijo;
-¡Sin
rechistar!
Me acuerdo de ir a comprar petróleo para el infernillo...
ResponderEliminarEsas ollas hirviendo...esas madres. Muy buen relato.
ResponderEliminarY eso que el confinamiento fue de unos minutos! Benditas paciencia, connivencia y confidencia maternales.
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